En La Mancha, en los campos rojos que se doran con el trigo y se vuelven malvas con la rosa del azafrán, un niño huérfano antes de saberse en el mundo, aprende a vivir. El libro nos acerca a la vida cotidiana de un pueblo en unas historias en las que el protagonista mantiene la ingenuidad y el encanto, siempre un poco tristes, de los niños que tienen que hacerse hombres antes de tener edad para ello. La gran ciudad acoge al muchacho allí donde ya casi no es ni ciudad, y más tarde le lleva a un barrio elegante para que vea vivir a los que todo lo pueden y a los que quieren pero no pueden. El joven triunfa, porque consigue tener un oficio y aprender a leer y escribir. Se hará un hombre entre el Paseo de Rosales y la calle de la Princesa, pero no olvidará nunca el campo, el arte de buscar setas o espárragos, la dulzura de las noches al raso en las que llega el sueño mirando las estrellas y oyendo el canto de los grillos.

 

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