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Martina Martínez Tuya 

 

 

Los libros de texto

  EDUCACIÓN Y SOCIEDAD

        9/10/2002

 

 

      Empieza el curso y han vuelto todos los lugares comunes del periodismo, a saber y entre otros: lo que cuesta empezar el curso. Uniformes. ¿Acaso todos los alumnos llevan uniforme, acaso a ninguno le vale el del curso anterior? Yo he visto niñas que estrenaban falda tableada de colegio de monjas y que llevaban un dobladillo hasta la mitad del muslo.

      ¿Creen que una niña crece tan deprisa? Idem para los pantalones. Los zapatos es otra historia, pero de todas formas es raro el año que al cambio de estación no hay que comprar zapatos nuevos. La talla es muy importante y ahora ya nadie desconoce que es muy perjudicial llevar zapatos como los llevábamos más de uno: un año grandes, otro bien y un tercero con los dedos encogidos Jerseys, chubasqueros o abrigos duran siempre más de un año. Su costo habría, en cualquier caso, que calcularlo en conjunto. De todas formas queda la ropa de deporte. Claro que si consideramos que la ropa deportiva es la común para mucha gente, quizá tampoco suponga un gasto especial. En cualquier caso ropa ancha, sin medidas, es fácil que dure más de un curso. Calzado deportivo, idem de lo mismo. Sí, dicen algunas madres, pero los niños quieren estrenarlo todo, quieren ropa de marca. Entonces ya no es lo que cuesta empezar las clases y equipar a un niño, sino lo que a su madre le cuesta tenerlo tan mal educado. Esa es otra historia. Una historia que se repite con demasiada frecuencia y sobre la que nadie dice nada. Se hacen universales las afirmaciones, los cálculos, cuando no lo son.

      Nada retiene más la atención que el tema de los LIBROS DE TEXTO. ¿ Cuántos años hace que ya no hay, oficialmente, libros de texto? Desde la Ley General de Educación. Es decir desde la ley del 70. Treinta y dos años hace que no existen los libros de texto. Ya no existen como tampoco existen desde entonces los temarios. Algunos, los que estudiamos antes de aquella ley, aún recordamos aquellos cuadernillos que acompañaban a los entonces sí, libros de texto.

      Es curioso, pero muy pocos reconocen, incluso siendo profesores, la gran diferencia que había entre un libro de texto y los que surgieron con la ley del 70. Los libros de texto eran para estudiar y condensaban un saber con estructura cartesiana y que en la medida en que estaban escritos, generalmente, por un catedrático de la asignatura y que solían cubrir los distintos cursos del Bachillerato, y que eran escogidos para que se dieran en el mismo centro durante todos esos cursos, servían de referencia obligada y mantenían unas directrices concretas en las secuencias de trabajo de los profesores y los alumnos. Esos textos eran la referencia de los alumnos libres para preparar los exámenes. Por ellos se ponían y corregían esos exámenes. Por esos libros explicaban los profesores. Esos libros sólo tenían ejercicios de reutilización, de práctica sobre lo aprendido. Profesores había que se limitaban a leerlos o incluso a medio recitarlos y a eso le llamaban explicar. Profesores había que obligaban a aprenderlos de memoria, total o parcialmente, pero siempre sobre la base del texto, sólo del texto, y de un texto que con esfuerzo, tiempo y no poco ánimo, podía ser efectivamente dominado por el alumno. Llegó la ley nueva y desaparecieron esos textos. Oficialmente fueron sustituidos por los LIBROS DE CONSULTA y tuvieron 'fichas individualizadas' para responder a la educación personalizada. Los libros se volvieron gordos y profusamente ilustrados, con colorines sorprendentes, lecciones farragosas y larguísimas que se llamaron unidades didácticas y se desdoblaron en el libro de consulta y el libro de fichas. Las fichas se apellidaron individualizadas, pero sólo alcanzaban a ser individuales, y aún eso, sólo porque cada padre tuvo que comprar las de su hijo. Ya no habría ejercicios sino actividades. En esa generalidad se perdían los escolares sin saber para qué servía cada actividad. Aprendieron a buscar lo que faltaba, llegaron a hacerlo sin saber nada de nada, sin enterarse de nada. Profesores hubo que fueron duramente censurados porque mandaban hacer las fichas ' individualizadas' y no las corregían individualmente, como debieran, dada la naturaleza de los ejercicios. Entre los nuevos textos, la Matemática Moderna que los padres desconocían y no pocos profesores particulares también, por no hablar de muchos profesores sin más, la Lingüística Moderna y el hecho indiscutible de que los alumnos pasaban horas haciendo actividades y luego suspendían los exámenes ( que siguieron siendo más o menos tradicionales), alumnos, profesores y padres anduvieron a la deriva. Faltaba algo más: la supresión por ley de los deberes para casa ¿ nadie lo recuerda?.

      Tuvo resistencia aquella ola que amenazó a todo el mundo: las fichas desaparecieron. En la segunda etapa de EGB los profesores siguieron mandando estudiar en casa - que es en lo que consintió con alguna limitación la autoridad académica -. Quedaban los libros, los libros enormes, indigeribles. La salvación: los resúmenes, los apuntes que repetían un antiguo texto, que eran su remedo, los apuntes de facultad. Así, más perdidos que otra cosa, aliviadas las tensiones, sobre todo en bachillerato por las huelgas, los cambios de profesores, y finalmente la esperanza de la Experimentación de la Reforma, el adelanto de la Reforma y... cuando ya no quedaban demasiadas esperanzas La LOGSE. Seguíamos sin libros de texto. Ahora tendríamos COLECCIONES DE MATERIALES CURRICULARES. Que nadie critique un libro de cualquier curso que sea por no tener orden ni concierto, por contener ejercicios variopintos, por no mantener de un curso a otro un mínimo de coherencia. Los alumnos van como pueden y los profesores se enfrentan al dilema de ordenar el libro, de reconducirlo o de hacer ' un texto' para su clase. Nadie menciona este punto y todo el mundo sigue hablando de Libros de Texto. Económicamente son una ruina, es cierto. Se han encarecido mucho con el tema de la diversidad en función de las Comunidades Autónomas. Todo el mundo habla de ellos como si fueran obligatorios. En ese todos incluyo a los profesores. Ya no hay libros de fichas individualizadas, es un decir. Se supone que la individualización sería posible con el 'falso texto'. Se supone que si se venden tantos libros mal llamados de texto es porque los profesores los necesitan para dar sus clases. ¿Sería tan difícil, ahora que estamos en el diseño de cambios llamar a las cosas por su nombre y si efectivamente son necesarios para tantos profesores que al menos sean lo que deben ser, eso que corresponde al nombre que se da a los libros que nunca podrán utilizarse como textos? Quizá, si se responde de veras a la necesidad de cohesión, de orden, de referencia cierta para las clases y para los distintos cursos, ganemos todos: alumnos, profesores y padres - que podrán intentar ayudar a sus hijos de una forma más sencilla y más eficaz.

 

 

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