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Martina Martínez Tuya 

 

 

La esquizofrenia en la escuela (III)

(Artículo publicado en Granada Digital, Plaza Nueva)

16/1/2003

 

      Y... tardó lo suyo, pero al fin llegó la LOGSE ¡ Qué mal momento! Después de años, después de la experimentación de la Reforma, la Reforma, la anticipación de la LOGSE misma, llegó con carácter general y como algo insoslayable para todos los centros. Llegó, y bien podríamos llamarla ' La Malquerida' En las escuelas fue acompañada de supresiones drásticas de unidades, de desplazamientos como no se habían conocido en parte porque cuando se estaba extinguiendo la EGB aparecieron unos concursos de traslado como no los había habido nunca: por especialidades. Llegó la LOGSE cuando los centros privados ya no eran subvencionados ni patronatos como anteriormente, sino centros cuyos profesores no tenían que ser funcionarios - como en el caso de los antiguos patronatos - ni les pagaban directamente los propietarios del centro - como en los subvencionados -, sino que eran profesores bajo la responsabilidad directa de la Administración, que era también quien les abonaba directamente el sueldo y la que se comprometió a recolocarlos.

     Llegó cuando empezaron los desplazamientos para los profesores que llevaban años de permanencia en sus centros, que tenían muchos años de servicio. Cundió el pánico, a pesar del alivio que para los más mayores supuso el anuncio de las jubilaciones anticipadas. Llegó cuando el descenso de la natalidad empezaba a ser clamoroso, aunque la izquierda quisiera ignorarlo. Llegó y amplió, sin más, todos los conciertos dos años. Los alumnos que hasta entonces habían abandonado la privada a los catorce años y seguido - muchos al menos - en los institutos, se quedarían a partir de la LOGSE en sus centros dos años más, como mínimo. ¿ Después? ¡ Después, puede ser demasiado tiempo para un adolescente! De momento nadie quería darse cuenta de lo que eso iba a suponer. La escolarización obligatoria hasta los 16 años compensó el descenso de efectivos reales de las promociones que iban llegando. Nadie pensó que el aumento porcentual de alumnos escolarizados lo sería, precisamente, a base de aquellos que procedían de ambientes en los que nunca lo habían estado y que tampoco aceptaban esa escolarización obligatoria ni como una oportunidad personal ni como un privilegio de clase. Confundidos en esa escolarización antiguos centros de FP y BUP, todos bajo el nombre de IES, no tardarían en sufrir las consecuencias de estas incorporaciones al sistema. Publicada la LOGSE, hecha ley que llega a los centros, la esquizofrenia es un hecho, esta vez legal. La LODE era una ley de marcada filosofía política y corte de veleidades autogestionarias. La LOGSE es una ley constructivista, de fondo cognitivista. Ya sé que estos simples enunciados pueden desde no decir nada a suscitar toda clase de reticencias. Me explico un poco: La LOGSE parte de la afirmación de que el desarrollo se consigue - hasta eso que Piaget llamaba la cuarta etapa, la del pensamiento abstracto, la memoria lógico-discursiva, la madurez psicológica en su conjunto - gracias al aprendizaje. No a un aprendizaje cualquiera, sino a un aprendizaje que obligaría al sujeto a ir durante años forzando la marcha para poder finalmente alcanzar un nivel de desarrollo que ya no era genético, sino producto de ese esfuerzo de aprendizaje que los constructivistas llaman aprendizaje significativo. La LOGSE no es, en los conceptos que la sustentan, cualquier cosa. Tampoco es, algo esencialmente distinto de la Ley del 70, claro que en los centros la LOGSE no siguió a esa ley, sino a su negación. No queda en ella nada del naturalismo pedagógico , a menos tal y como lo entendieron los de la Reforma, ni del culto a la espontáneidad, ni del profesor amigo, mero testigo de esa maravilla de aprendizaje que surgiría del alumno desinhibido. No quedaba nada de ese cubrir objetivos con que los alumnos fueran 'más felices' como acabó justificando Maravall cuando se evaluó la experimentación de la Reforma. En la LOGSE todo tendría que ser programado, evaluado, reprogramado, vuelto a programar, evaluado una y mil veces individualizada e individualmente por supuesto. Todo material didáctico debería responder a aquello de los ' intervalos óptimos' como lo llaman los constructivistas. En definitiva: Todo estaría confiado a la excelencia del profesor, a su capacidad como técnico y como artista de la comunicación que naturalmente, y sin saber muy bien cómo, debería incardinarse en los procesos programadores de los Departamentos Didácticos ya que todos los objetivos y los procesos mismos a través de los cuales se consiguieran estaban diseñados por etapas y no por cursos. Una ley que exigía capacitación y algo muy difícil: creatividad.

     ¿Cuántos creativos hay en un colectivo cualquiera no seleccionado previamente? Los más optimistas dicen que un 12%. Se intentó, o se fingió que se intentaba que alcanzase al cien por cien ( o quizá se confió en que bastaría la cualificación técnica, o que la práctica debería seguir negando todos los principios enunciados y regirse por aquel del alumno hará lo que quiera) a golpe de cursos obligatorios o no, pero ¿ quién daba los cursos y cursillos? Para qué voy a insistir en la respuesta a esta pregunta. Diré como decía Lope de Vega en su famoso soneto sobre el amor: ' ...Quien lo probó lo sabe'. El mejor ejemplo de esa esquizofrenia metida en el sistema mismo es el hecho de que si se leen atentamente los DCB, y no sólo atentamente sino con un mínimo de preparación en metodología y didáctica, se llega a la conclusión de que mientras estemos en lo obligatorio, es decir en la ley misma, hay una coherencia. En cuanto que pasamos a las orientaciones el registro es otro. Es tan otro que resulta incompatible con lo preceptivo. Pongo un ejemplo: si un profesor tienen que dirigir individualizadamente los procesos de enseñanza-aprendizaje de un alumno no podrá, jamás, optar por un método directo - en la enseñanza de un idioma, por ejemplo - porque dicho método está basado en mecanismos inconscientes, que ni siquiera el propio sujeto conoce ni puede controlar. Se trata de un método que sólo es viable en una situación de inmersión lingüística. Esta realidad no corta un pelo al que lo propone, que sabe que ese alumno tendrá dos o como mucho tres horas de clase semanales para trabajar el área y que acepta o dice aceptar que el objetivo del aprendizaje no es la lengua misma ( algo que nunca conseguirá por supuesto), sino el desarrollo de capacidades generales que están vinculadas a los aprendizajes extrapolables y que utilizan la abstracción entre otros recursos. Así podríamos seguir hasta casi un infinito. Es como si la ley la hubieran hecho unos y unos oponentes hubieran hecho el desarrollo orientativo de la misma. Es como si se intentara un pasteleo con todo para en el fondo confiar en que nada se cumpliera y fueran las presiones ' para que no se suspenda, para que nadie repita curso, para que nadie se atreva a crear problemas y un largo etc.' las que condicionaran el trabajo en los centros. Con la LOGSE en la mano no habrá Libros de Texto, sino colecciones de materiales curriculares y desde luego ninguna programación digna de tal nombre podrá hacerse con el CD de la editorial, ni copiando la que viene en el manual - versión para el profesor -. La Escuela Primaria, siempre más proclive a dejarse llevar y a volver a la escuela aquella del mural, el ritmo lento y el abandono en el grupo, empezó a mandar promociones cada vez menos capaces de afrontar los aprendizajes de la Secundaria, ni los que deberían programarse, ni mucho menos los que eran propuestos por los falsos libros de texto. Alumnos cada vez menos socializados, cada vez más claramente díscolos y cada vez con más problemas añadidos ( inmigración, condiciones socio-culturales precarias, problemas de rupturas y abandonos familiares en alza) llegaron a los institutos. Llegaron en enseñanza obligatoria, llegaron y eran alumnos LOGSE. Saltaron las alarmas. Todas las alarmas. Se intentó una reconducción con la LOPEG, pero, naturalmente, sin tocar ningunos de los temas Tabú. ¿Nadie ha pensado que la LOGSE necesita una escuela dominada por la calidad y por lo mismo por la jerarquía que viene determinada por la cualificación? Se juega a ello con cosas como el Equipo Técnico de Coordinación Pedagógica. Vale, se le dan atribuciones, pero sólo para que proponga al Claustro o al Consejo, pero - y es lo más importante - los Jefes de Departamento, ¿tienen realmente, ni legalmente, una jefatura de algo? ¿ Hay en cualquier órgano un poder real unido a la responsabilidad que se le supone o que le es exigible? El máximo poder, que puede ser determinante, está en el Consejo Escolar, formado por mitades o casi - según qué centros - por personas que o son menores y por lo mismo legalmente irresponsables y por supuesto sin que tengan la más mínima cualificación, o, aunque mayores de edad al no ser funcionarios tampoco les es exigible ninguna responsabilidad salvo las del derecho común, y desde luego tampoco hay ninguna garantía de que su cualificación vaya más allá de no ser claramente iletrados, es decir: analfabetos. Al dictamen de ese órgano se someten las Finalidades, la aprobación del Plan de Centro, con lo que todo eso debería suponer, la disciplina, y directa o indirectamente todos los procesos educativos, sin olvidar la propuesta de nombramiento del Director y su reprobación. ¡Quién ha dicho calidad!

     ¡Quién habla de evaluar centros en estas condiciones! Con todo, no son estas contradicciones lo más grave, con serlo mucho y lastrar cualquier intento de reconducir el sistema educativo, las hay peores.

 

 

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