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Martina Martínez Tuya 

 

  El alcohol y los menores

       (Artículo publicado en Granada Digital, Plaza Nueva)


     Martina Martínez
      17/11/2003

 

      Después de años incitando a los menores a beber alcohol, parece que quieren ponerse serios con un tema que tiene, sin duda, una gran trascendencia pero, también, una gran trastienda. ¿Quiénes son los menores? Es una pregunta tonta: todo el mundo sabe que sólo se es mayor de edad a los 18 años, luego todo aquel joven o adolescente, que no tenga un carnet de identidad en el que diga que ha nacido 18 años antes es un menor. ¿ Qué pasaría si saliésemos a dar una vuelta por las zonas de la movida una noche de fin de semana? Así, a simple vista, sin pedir el carnet, creo que quedaríamos más que sorprendidos de la cantidad de menores que hay en la calle hasta la madrugada, hasta la mañana del día siguiente, hasta casi la mañana del día siguiente. Si pudiéramos pedírselo habría muchos más. Es difícil saber la edad de una jovencita arreglada para pasar la noche del viernes, aunque dada la hora de salida ya sea sábado, o la del sábado cuando ya sería domingo.

      Las autoridades han decidido impedir que beban alcohol esos menores que transitan las calles, que recalan en los locales de marcha, que luego vuelven a la calle y gritan y beben y acaban dando la noche a los vecinos. Han decidido que aunque pasen todas esas horas fuera de casa, esas horas en las que otros días duermen desde antes de media noche, no tomen alcohol. ¿ Cómo? Fácil: multado a los locales si encuentran en ellos algún menor trasegando una copa, cerrando los locales que no colaboren. Los locales deben estar en disposición, al parecer, de garantizar que no venden a ningún menor y para ello tendrían que pedirles el carnet o así, a ojo, impedir la entrada en el local a todo aquel que les pareciera menor de edad. ¡ Es increíble!

      Resulta increíble que las mismas autoridades que hacen responsables a los centros escolares de la custodia de todos los menores de 18 años, los dejen andar por la calle sin ninguna tutela, sin mayores preocupaciones, la noche entera. Andan por ahí, fuera de sus barrios, fuera de cualquier preocupación por su seguridad o su salud. Eso sí, si los encuentran bebiendo alcohol cierran o multan el establecimiento donde estén y comunican a los padres que estaban bebiendo. ¡ Comunican a los padres! ¡ Qué suponen que van a poder hacer los padres! ¡ Qué van a hacer los padres con unos hijos a los que todo el mundo hace creer que son ' mayores' y todopoderosos ! ¡ Qué van a hacer los padres con unos hijos a los que la sociedad ha convencido de que ' es normal' pasar dos o tres noches por semana sin dormir y que eso es el no va más de la diversión, algo de lo que nadie puede privarles, y menos que nadie sus padres!

      ¿Cómo van a aguantar esas noches? ¿ Cómo van a convencerse de que podrían pasar con una bebida sin alcohol, es decir: una bebida sin más efecto que calmar la sed o refrescar un poco? ¡ Claro que con eso se pasa una noche! ¡ Claro que no hace falta nada más para sentirse bien, para disfrutar! Es cierto, pero sólo a medias, muy a medias. La diversión, el mero entretenimiento necesitan recursos personales, necesitan gente con la que comunicarse, con la que tener una charla interesante, con la que bailar disfrutando de la proximidad o entregándose al ensueño, a la camaradería, a un proyecto aunque ese proyecto sólo dure un fin de semana, una noche. Hace falta un refresco y una excepcionalidad, del tipo que sea, para convertir una noche en vela en una noche de diversión, en una noche de placer. Los menores, esos menores sorprendidos - no sé si la palabra sorprendidos puede usarse en estos casos - bebiendo alcohol tienen pocos recursos para vivir la excepcionalidad. Ellos necesitan ' colocarse', necesitan la química porque son menores, porque su madurez es escasa, porque están en un momento en el que el deseo de comunicación tiene que convivir con una gran pobreza de contacto, con una gran dificultad para esa comunicación que desean. Son jóvenes que salen para fracasar cada noche en el deseo de encontrar eso que ni siquiera son capaces de precisar. El alcohol es lo más barato, lo más a mano, lo que tiene una mayor tradición y también lo que siempre ha tenido una menor sensación de peligro.

      Los camareros se niegan a pedir el carnet ¿ Cómo se pondrían estos jóvenes si se lo pidieran? ¿ Cree alguien que sería fácil conseguir que lo enseñaran sin más? ¿ Qué pueden hacer los camareros si se niegan, si montan la grande en el local? ¿ Quién toleraría que tocasen a uno de esos 'niños' - así saldrían en la prensa al día siguiente -? Hay locales que viven, que se mantienen, buscando esta clientela: es seguro, pero no es tan sencillo pretender que sean los locales los que controlen la venta de alcohol que no se controla en ninguna parte. Se ha dejado salir a los menores en horarios en los que es muy difícil estar despierto, estar divertido, estar siquiera entretenido luchando con el sueño, con el vacio de la noche. Ellos no van a llenarla como los antiguos noctámbulos. Ellos no tienen nada para llenarla y cuando lo tienen - como en los macroconciertos - todo es una incitación a la evasión por la química, gracias a la química. Valía más trabajar para que las horas de diversión volvieran a ser horas de vida, en la vida, en el tiempo de vivir, en el hábito de vivir, en esas en las que se ha hecho siempre la convivencia y no intentar hacer responsables del consumo de alcohol o de cualquier otra droga a los que han aprovechado la dejación de responsabilidad de las autoridades para aprovecharse de los más jóvenes vendiéndoles la noche como algo mágico.

      Ante tamaña mentira, ante el fracaso que noche a noche conlleva, el menor está indefenso porque no tiene con qué llenar ese plus de horas pretendidamente excepcionales. Los locales nocturnos sólo serían rentables si, obligados a cumplir las ordenanzas municipales y todos los requisitos a rajatala, tuvieran como clientes a adultos que puedan pagar y que puedan utilizarlos toda la semana y no dos o tres noches. Si las autoridades quieren ayudar a los más jóvenes tendrán que ser buenas autoridades y como bien decía Antonio Machado : ' para ser bueno, hay que ser valiente'. Echar balones fuera con medidas con las que hacer responsables a los otros es gana de no hacer nada y no servirá para nada.

     

 

 

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